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Durante los últimos años ha surgido un enfoque más amplio para determinar los requerimientos nutricionales e identificar de forma más precisa las necesidades reales del enfermo crónico. De todas las denominaciones que se han aplicado a este enfoque global nosotros preferimos el de la “medicina integral o integrativa”. Debido a que la nutrición es solo un aspecto de este amplio enfoque integral, ya que el modelo integral es algo más que una evaluación nutricional y la prescripción de un tratamiento, es una manera diferente de ver a los pacientes. Para evaluar las necesidades de un paciente con una enfermedad crónica, la medicina integral asume que el paciente esta enfermo debido a diversas causas que actúan conjuntamente para crear un cuadro clínico.

En este artículo nos vamos a limitar a las causas nutricionalmente relevantes de las enfermedades crónicas, que se pueden dividir en cuatro categorías:

1- Desequilibrio neuroendocrino. Esta categoría incluye principalmente la respuesta al estrés y sus numerosos efectos inhibidores sobre la función endocrina. Este desequilibrio esta prácticamente presente en todos los enfermos crónicos y su causa principal es la respuesta al estrés.

2- Nutrición inadecuada: Cuando se evalúa a un paciente crónico es necesario considerar los desequilibrios de micronutrientes y macronutrientes.

3- Barreras mucosas comprometidas: una de las principales causas de las enfermedades crónicas puede ser que el tubo digestivo no funcione adecuadamente debido a una disminución de la capacidad digestiva, a una absorción subóptima o a un aumento de la absorción de sustancias tóxicas, con independencia de que su origen sea exógeno o endógeno. Factores como una dieta inadecuada, niveles elevados de las hormonas del estrés y la presencia de microorganismos disbióticos en tubo digestivo, pueden actuar juntos y contribuir a la aparición de muchas enfermedades crónicas que existen hoy en día.

4- Genética: Las últimas investigaciones sugieren que la expresión genética es bastante sensible al medio externo, teniendo los nutrientes un poderoso impacto tanto en la expresión génica como en los mecanismos de reparación de ADN.

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La angustia emocional asociada a un incidente traumático previsto es a menudo mayor que la encontrada como resultado del propio evento físico. Algunos ejemplos son un niño en espera de un azote merecido, o sentado en la sala de espera del dentista antes de algún procedimiento que resulte prácticamente indoloro.

La capacidad de regenerar el tejido perdido o dañado en formas inferiores de vida, obviamente, implica algo más que una respuesta local simple. El mensaje de que el tejido ha sido dañado o perdido debe ser transmitido a los centros superiores del sistema nervioso central que a su vez inician respuestas reparadoras adecuadas y coordinadas. Con la corteza cerebral del hombre más desarrollada, la pérdida de bienestar emocional puede ser percibida como algo tan importante o incluso más estresante que una separación física. Las mismas señales pueden ser enviadas para que activen los sistemas endocrino, inmune, y nervioso central y responder de alguna manera para reparar el daño. Sin embargo, nuestros intentos de estimular la sustitución o el nuevo crecimiento celular intencional son inútiles. Lo que puede resultar en cambio, es un nuevo crecimiento en la forma de neoplasia que es maligno y más allá del control.

En la escala de Holmes-Rahe, los cuatro eventos más estresantes que cambian la vida de todos implican la pérdida de importantes relaciones afectivas, con la muerte de un cónyuge y el divorcio al frente de la lista. Si el estrés puede causar cáncer, lo que cabría esperar es que los individuos afectados tuviesen tasas significativamente más altas de malignidad. Desde hace tiempo se ha reconocido que las personas viudas y divorciadas mueren por tasas mucho más altas de todas las principales causas de muerte entre ellas el cáncer. También es evidente que la depresión de la función del sistema inmunológico predispone al cáncer, como se ilustra vívidamente por una serie de enfermedades malignas relacionadas con el SIDA, incluyendo el sarcoma de Kaposi.

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Artículo escrito por el Dr. Paul J. Rosch, Presidente del Instituto americano de Estrés y Profesor clínico de la Universidad de Medicina y Psiquiatría de Nueva York.

Este es uno de los artículos más brillantes que he leído sobre la relación entre el cáncer y el estrés como posible factor etiológico de esta enfermedad. En él se recogen observaciones históricas referentes a este tema, así como estudios científicos que apuntan a esta dirección. Lo he traducido del inglés al castellano para facilitar su divulgación y debido a su extensión lo he dividido en varios artículos que iremos publicando.

La creencia de que el cáncer pueda estar relacionado de alguna manera con el estrés o las emociones angustiosas es tan antigua como la historia de la medicina documentada. Hace más de 2.000 años, en su disertación sobre los tumores, De Tumoribus, Galeno observó que las mujeres que eran melancólicas eran mucho más susceptibles al cáncer que otras mujeres, presumiblemente porque tenían demasiada bilis negra (Melas chole). Era difícil encontrar mucho escrito sobre el cáncer en la literatura médica inglesa hasta 1701, momento en el cual un médico británico, Gendron, destacó el efecto de los "desastres de la vida que producen angustia y tristeza" como causantes de cáncer. Ochenta años más tarde, Burrows atribuyó la enfermedad a "las pasiones inquietas de la mente con la que el paciente se encuentra fuertemente afectado durante un largo periodo de tiempo."

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La Scutellaria baicalensis  es ampliamente utilizada en la medicina china como un adyuvante a la quimioterapia tradicional de cáncer de pulmón. Un ensayo de la Universidad de East London ha demostrado la capacidad selectiva de destrucción de células tumorales en el cáncer de pulmón, conservando intactos los fibroblastos normales del tejido pulmonar.

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